En los pasillos sombríos de su colosal fortaleza, el emperador demonio se sentó en un trono hecho de retorcida obsidiana negra, el trono. La atmósfera en la cámara crepitaba con ira reprimida. Los ancianos demonios reunidos, envueltos en túnicas oscuras y exudando un poder siniestro, se pararon ante él, inclinando sus cabezas por miedo. Uno de los ancianos, su rostro esquelético medio cubierto por una máscara de hierro, dio un paso adelante y se arrodilló. —Su Excelencia, traemos noticias graves. Los tres fantasmas abismales enviados para eliminar al humano —Kent— han sido aniquilados.
El emperador demonio ya sabía sobre la muerte de sus tres fantasmas, ya que estaban conectados a su maestría. Pero escuchar las noticias de sus inútiles ancianos lo hizo enfurecer.
Los ojos rojos del emperador demonio se estrecharon, brillando con una intensidad ardiente. Su voz, profunda y retumbante como un terremoto, resonó por la cámara. —¿Aniquilados? ¿De qué manera?