Su Chen escuchó a Pei Man aceptar, así que se inclinó y se agachó en el suelo, luego levantó un poco el vestido largo blanco de Pei Man, hasta sus rodillas, exponiendo sus pantorrillas que casi nadie había visto.
Porque Pei Man normalmente no salía mucho, y su habitación tenía calefacción, no vestía mucho.
Su Chen observó cuidadosamente sus pantorrillas y descubrió que, aunque aún mantenían una buena forma, no había rastro de color sanguíneo en ellas, ni tampoco señales de vitalidad.
Este fenómeno era muy anormal, incluso contradictorio.
—¿Cómo están? —preguntó nervioso Pei Jian al ver la expresión seria de Su Chen.
—No estoy claro todavía, todos salgan, empezaré el tratamiento en un momento, y no es conveniente que estén presentes —dijo Su Chen con una ligera ceja fruncida.
—Esto... —El anciano Abuelo Pei y Pei Jian dudaron al escuchar esto, evidentemente no muy seguros.