ZINA
Serafín abrochó el último botón del vestido de Zina con aire apenado.
—Supongo que esto es todo. Debes estar bien, Theta —Zina estaba tentada de taparse los oídos para evitar los incesantes buenos deseos de su demasiado preocupada criada. Pero simplemente sonrió con rigidez, actuando como si que Serafín le dijese que estuviera bien por centésima cuadragésima vez no fuera nada.
—Lo estaré, así que por favor recuerda quedarte junto al lado del Heraldo del Sur —dijo Zina, ajustándose el collar de piedra lunar que estaba ceñido a su cuello.
—Es cierto. Casi podría haber jurado que no estabas en tu cama muy temprano en la mañana. ¿Fuiste a algún lugar? —Zina se sonrojó, apartando rápidamente la mirada.
—Sí. Fui en busca de aire fresco —No debes irte sin que yo o un guardia te acompañemos —amonestó levemente Serafín—. Este campamento está lleno de hombres que no han... ¿Qué han estado en celo durante qué... meses? ¿Años?