DAEMON
Marcus simplemente levantó una ceja al ver a la mujer. Daemon todavía no había escuchado a su primo decir nada sobre Zina y ese hecho ya era lo suficientemente sospechoso, porque Marcus normalmente estaba incluso más interesado en sus asuntos personales que Yaren.
—Mi cuñada está aquí —comentó el hombre oscuramente mientras Daemon rodaba los ojos internamente. —¿En qué puedo ayudarte, cuñada? —continuó Marcus, su pregunta llevando una oscura promesa al final.
Para diversión de Daemon, la única respuesta de Zina fue lanzar a Marcus una mirada oscura y despectiva… algo que nadie nunca hacía. Porque aunque Marcus pudiera bromear y parecer el retrato de un hombre relajado, siempre había una oscuridad que lo envolvía que tendía a mantener a las demás personas alejadas de él.
La oscuridad estaba cosida en sus ojos y era evidente en cada grieta de su cuerpo y en cada movimiento que pretendía hacer.