ZINA
Dicen que la verdad es un bálsamo curativo que sana todo, pero la verdad nunca había parecido tan aterradora como en ese momento.
—¡Porque algún día me dejarás y temo no sobrevivirlo!
Muchas cosas sucedieron al mismo tiempo. La tormenta en los ojos de Daemon se transformó en diversión, mientras que el lobo de Zina, que normalmente habría respondido con algo sarcástico, en cambio, se acercó para consolarla.
Aunque el movimiento no era visible, se sentía como si su lobo le estuviera dando palmaditas en la espalda.
—Lo has tenido difícil —dijo ella—, y esas palabras fueron suficientes para traer lágrimas a los ojos de Zina. Habría llorado en ese mismo instante si no fuera porque algo parecía divertir a Daemon.
Las comisuras de sus labios estaban curvadas en medio una sonrisa que parecía querer explotar en una risa escandalosa, y sus ojos brillaban como si hubiera ganado algo.