ZINA
Zina comprendió la plena gravedad de su situación cuando se dio cuenta de que podría haber estado gritándole a una pared, pues Marcus permanecía tan estoico como siempre.
No hubo ni un solo comentario mordaz por parte del hombre. Ni siquiera la usualmente sublime y sarcástica Theta que él solía decirle.
—Al menos puedo tener a mi doncella, ¿no? —Zina finalmente dijo con una voz rasposa de tanto tener que gritar. Sus palabras eran tanto una súplica como un acto de paz de su parte. Ella conocía la derrota cuando la veía, y en ese momento, estaba derrotada.
Daemon, sin importar sus razones, finalmente le estaba mostrando cuán impotente podía ser bajo su puño de hierro. Ese puño de hierro suyo finalmente se había cerrado sobre ella, y tenía que admitir que era bastante asfixiante.
En lugar de responderle, Marcus mostró un objeto largo y envuelto que uno de los sirvientes había traído.
—He traído de vuelta tu bastón como su majestad prometió.