Hombre malvado

—¿Qué haces aquí, su majestad? —espetó ella con una voz llena de desdén justo cuando el edredón que cubría su cuerpo se deslizó, revelando sus pechos de ciruela.

Daemon apartó la mirada, fijándola en su rostro en lugar de eso. —Tenías que dormir desnuda con el frío que hace —dijo con una voz estoica que parecía no escuchar.

En lugar de eso, Zina apretó el puñal con más fuerza, lo que llevó a Daemon a preguntarse brevemente si realmente lo lastimaría si tuviera la oportunidad. El brillo endurecido en sus ojos era toda la respuesta que necesitaba, y le decían que Zina lo lastimaría más que físicamente si tuviera la oportunidad.

No cuando sus ojos hablaban de la intensidad con la que quería aniquilarlo. Pensó que estaría feliz de ver tal rabia en sus ojos en lugar de su obvia adoración por él, pero no. Descubrió que no disfrutaba viéndola tan enfadada que pudiera destruir su mundo.