—¿Por qué nos torturas a ambos de esta manera? —preguntó Zina.
Al final de la oleada de preguntas, Zina bien podría haber estado gritando, mientras que Daemon se encontraba luchando por aferrarse a algún atisbo de contención frente a sus inquietantes reacciones.
Él estaba calculando si sería capaz de llegar a ella más rápido que la espada que estaba presionada contra su cuello. No sabía de dónde venía su repentina locura, pero eso volvía igual de loco a Daemon.
Cerró y abrió los ojos como si eso borrara la sangre que estaba goteando del cuello de Zina, bajando hacia el centro de sus pechos. El rastro carmesí tiraba de algo animalístico dentro de sí mismo. Nunca la había considerado como alguien suicida, así que ¿cuánto habían influido en ella sus recientes acciones?
¿En su intento de protegerla, solo había conseguido que ella se volviera contra él?