Como Un Igual

ZINA

—Escúchame ahora y escucha con mucha atención... —Él habló lentamente. No habló exactamente con cuidado, pero tampoco sin restricción.

—Si alguna vez tengo motivo para irme, ya sea por batalla o por diplomacia, tú serás quien tome las riendas. No mi Beta ni mi Delta, no mi Gamma ni mi Ejecutor, ni siquiera mi Theta, Zina. No, serás tú, la Reina Luna.

Zina tragó saliva, y luego tragó vacío.

—Yo... yo... quiero decir, ¿por qué... Por qué tiene que ser la Reina Luna? Quiero decir, ¿no puede la Reina Luna acompañarte adonde vayas? ¿Ya sea guerra o diplomacia? ¿Debe quedarse atrás?

Sus palabras eran de hecho un ruego desesperado. Pero sonó de otro modo, como un embrollo atolondrado. Se preguntó si Daemon podría escuchar su súplica, pero por todo lo que le importaba, el sonido de las cuentas chocando unas contra otras en las cuerdas del ábaco podría impedir que su súplica le llegara.