El Viejo Sirviente

ZINA

—Sí —respondió Zina sin perder un instante.

Esta vez, realmente esperaba que su respuesta sonara más fuerte que el chillido habitual. Quería que Daemon se sintiera tranquilo sabiendo que tenía a alguien tan capaz a su lado, incluso si en ese momento, en lo que a ella respecta, solo estaba fingiendo serlo.

Pero esa era la cosa sobre la pretensión: cuanto más insistía en actuar, más posibilidad había de que se convirtiera en su realidad.

Daemon se rio, provocando que su corazón literalmente dejara de latir en su pecho. —No necesitabas responder. Era una pregunta retórica, por supuesto que sé que eres más que capaz de estar a la altura.

Zina ignoró el doloroso apretón de su corazón y la forma en que palpitaba locamente en ese momento. Mirando alrededor del piso discreto, tragó y preguntó en su lugar.