Zina
Daemon estaba animándola y todo, pero eso sólo servía para avivar las llamas invisibles de la frustración de Zina. Justo entonces, en ese momento, ella no necesitaba escuchar palabras de ánimo ni nada por el estilo, lo que necesitaba era ponerse de acuerdo con su actual realidad, que era el hecho de que había algo peligroso en ella.
Todavía no podría ser obvio, pero todos los hechos que se habían presentado ante ella y Daemon en las últimas semanas eran toda la evidencia que necesitaba.
Sintiéndose incómoda en su abrazo, se desenredó de él y observó cómo un atisbo de molestia cambiaba en sus ojos.
—Hoy, me reuní con el hombre que hemos estado buscando —anunció mientras lo miraba fijamente, ansiosa por distinguir cualquier reacción que pudiera tener.
Aparte de un leve, casi imperceptible tensarse de sus hombros, Daemon bien podría haber actuado como si ya supiera de lo que ella hablaba.