ZINA
—Tú... no necesitas decírmelo —Zina tartamudeó, apartando la mirada de sus ardientes ojos.
El efecto Daemon estaba en juego, y ella no creía que jamás podría conquistar a Daemon insertando insinuaciones sexuales cada vez que hablaban de algo especialmente serio.
—Oh, ahora no seas tímida —dijo él mientras sus dedos trazaban un camino desde sus labios hasta apretar su mandíbula, enderezando su rostro hasta que sus ojos estaban pegados el uno al otro. Luego, sus dedos se deslizaron hacia la nuca, acariciando su marca de reclamación y caza al mismo tiempo.
Eso era un nivel completamente diferente de sensación por sí solo, y Zina se encontró cerrando los ojos para sumergirse adecuadamente en el placer de sus caricias tan bien calculadas.