Reina Consentida (I)

ZINA

Zina entendió la seriedad de su situación cuando comenzó a notar los pequeños detalles. Como cómo el clima en el oeste era sombrío y sin el frío habitual.

Ya era invierno en el Norte, pero allí, todo lo que la recibía era una extraña frialdad. Como si alguien familiar y cálido le diera la espalda.

La noche de su captura, la dejaron inconsciente cuando no dejaba de gritar, y cuando despertó, estaba envuelta en un olor extraño.

Un incienso que era desconocido y jugaba sus sucios juegos con su mente.

No la extraña combinación del olor a pino, menta y madera oscura que Daemon siempre poseía. No sus cálidos abrazos abrazándola por detrás. No su sonrisa descarada, dándole la bienvenida a otro día.

No. Era solo una cama vacía que resonaba con un vacío tan vasto que tocaba sus huesos. Un corazón dolorido que se negaba a sanar, y una mente errante que se cocía en la desesperación.