—Max... —Talia se movió para quedar entre los dos hombres, enfrentando a su mánager con una mirada severa.
—Salgamos y hablemos.
—¿Hablar? —Max soltó una risita antes de rodar los ojos que se estrecharon hasta convertirse en rendijas.
—Creo que ya tuviste tu oportunidad, Talia.
—¿Qué está pasando? —Talia se quedó helada cuando sintió a Jephthah cerca de ella.
—Ni siquiera lo sabe. Pobre chico. —Max murmuró mientras se daba la vuelta para sentarse en el sofá, sacando con indiferencia las cosas que había comprado.
—¿Saber qué? —Jephthah dejó caer el helado antes de pararse frente a ella. Para él, ahora era solo ellos dos resolviendo sus diferencias. ¿Por qué Talia le estaba escondiendo algo?
—Talia se mordió los labios con preocupación, esforzándose por mirarlo a los ojos, pero simplemente no podía.
—No deberías estar aquí. —Susurró, con la mirada clavada en el suelo, sus uñas frotándose una contra la otra.
Sus pupilas se dilataron mientras la miraba fijamente.
—¿Qué?