Su mirada era intensa y exploradora mientras se miraban fijamente en el silencio acalorado de la habitación, sus respiraciones ásperas y pesadas, el sudor perfilado en sus frentes a pesar del aire acondicionado.
De repente, Talia se tornó roja y cubrió su rostro con las manos, sobresaltando a Jephtaph que se incorporó con ella aún montándolo.
Intentó agarrar sus manos, pero ella no despegaba los dedos de su cara.
—Talia... ¿qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó.
—Sí... —Llegó su respuesta apagada antes de que ella bajara sus manos y él se sorprendiera al ver que había estado sonrojándose.
—Tu— Tú no puedes decir cosas así. ¿Dónde diablos sacaste la idea de f*llarme ahí? —le reprochó.
Jephtaph la miró sin expresión y ella decidió cambiar rápidamente de tema ya que podría no gustarle su respuesta.