Esa Última Manada

Caleb sonrió y soltó al hombre, dejándolo caer al suelo sin ceremonias. Se arregló la camisa y extendió su mano hacia ella.

—Es un placer conocerte, Alfa Sofia. Soy Alfa Caleb de Verano.

Sofia dudó, pero le estrechó la mano. Luego se volvió hacia el hombre a su lado e inclinó su cabeza hacia el que estaba en el suelo. Este lo rodeó y lo arrastró lejos.

—No pareces sorprendida —dijo ella, alzando la ceja mientras miraba a Caleb.

—No fue muy convincente como un alfa —dijo Caleb, volviéndose a sentar en el sofá.

Sofia se rió y se acercó para sentarse donde el otro había estado antes.

—¿Qué te delató? —preguntó ella.

—Estaba incómodo al hablar conmigo —contestó Caleb. —Cuando entró en la habitación, te buscó con la mirada pidiendo permiso para continuar. Y aunque trató de presentarte como subordinada, ambos te miraban con devoción. ¿Fue tu idea que yo vertiera mi bebida?

Sofia asintió.

—¿Él se opuso? —preguntó Caleb.

Sofia asintió de nuevo.