Su Sonrisa de Cheshire

—Hay ciertas reglas que acordamos hace tiempo para tener una relación laboral exitosa, Román... ¿Necesitas ayuda para recordarlas? —preguntó Holden, presionando la hoja contra la garganta de Román.

—No —sonrió Román—. Las recuerdo muy bien.

Los ojos de Román vagaron hacia Alicia, que no se había movido. Ella lo miró furiosa, y él pudo ver que todavía era ella. Se sintió aliviado.

Holden captó la mirada en el ojo de Román.

—Alicia —dijo Holden, sin apartar su atención de Román—. Regresa a tu habitación.

Alicia no respondió de inmediato.

—¡Alicia! —gruñó Holden.

Román observó cómo su mandíbula se relajaba y sus ojos perdían su brillo. Finalmente, ella respiró hondo y se enderezó.

—Por supuesto —dijo ella—. Colocando el pequeño cuchillo de vuelta en su bota mientras se daba vuelta para irse.

Pero Román sabía que ella ya se había ido. Apretó la mandíbula y después miró a Holden con aburrimiento e irritación.

—O me abres en canal o te apartas de encima de mí, enanito.