Sus ojos se abrieron.
Se movieron de un lado a otro, mirando el techo y las paredes a su alrededor. Reconoció la habitación. La que le habían proporcionado en Otoño.
Sintió movimiento en sus brazos, él estaba haciendo algo. Era apretado, ¿un vendaje? Le quitó algo del dedo y otra cosa de su brazo.
—Alicia, vamos —susurró él—. Lo siento, no hay tiempo para aclimatarte. Tenemos que irnos, ahora mismo.
Alicia llevó su mano a la boca y encontró una máscara de oxígeno sujeta a su cara. Se la quitó y trató de sentarse pero se sintió mareada.
—Vaya... mierda —maldijo el hombre.
Se lamió los labios nerviosamente, mirando hacia la puerta cada pocos segundos.
—Lo siento, sé que estás mareada. Acabas de despertar de una larga siesta, pero tenemos que sacarte de aquí ahora.
Alicia frunció el ceño mientras miraba al hombre. Él le resultaba familiar con la barba oscura y los tatuajes en el cuello... pero no podía recordar su nombre.