Bienvenidos a la fiesta

—¿Qué tal si nos ponemos al día después de que estos niños estén a salvo? —dijo Wyatt con una sonrisa dolorida.

Estaba herido. Alicia no estaba segura de dónde exactamente, pero fuera donde fuese, era grave.

—¿Puedes transformarte? —preguntó ella.

Wyatt negó con la cabeza.

—Román me dio una inyección de plata —respondió.

Los ojos de Alicia se agrandaron. El pánico dentro de su mente creció.

—Entonces deberías mantenerte atrás, solo te matarás luchando con plata en tu cuerpo —dijo ella, volviéndose hacia la puerta.

—Me las arreglaré —dijo Wyatt, avanzando. Le dio una sonrisa suave—. ¿Cómo puedo enfrentar a mi hijo si te dejo correr hacia el peligro sola?

Otro dolor en su cabeza, un hombre con ojos avellana tormentosos y una profunda cicatriz en su rostro. Su pecho dolía y su corazón latía más rápido.

El sonido de la escalera la devolvió al peligro que venía hacia ella.