La casa en la que habían dejado a los niños no estaba lejos de donde Alicia y Esteban se habían detenido. No fue difícil encontrarla o mantenerse ocultos detrás de una gran torre de paletas de madera y montones variados de chatarra.
El problema era que había varios guardias fuera de la casa.
—¿Cómo pasaron ustedes por todos ellos? —preguntó Alicia mientras contaba al menos cuatro guardias.
—Esos tipos no estaban aquí antes —respondió Esteban—. Solo había uno, el mismo que siempre está ahí durante el día.
—¿Estos tipos suelen estar aquí en la noche?
—No, nunca he visto tantos guardias antes —dijo Esteban.
Alicia tomó una respiración profunda. No estaba segura si era por los disturbios o si había algo más dentro de la casa que necesitara seguridad extra.
Esa voz que susurraba en su mente le decía que lo segundo parecía mucho más probable.
—Quédate aquí —susurró Alicia.
—Quiero ir —dijo Esteban.