—Envíen otra unidad para asistir a Pata Gris y averigüen si ha habido más avistamientos de las criaturas hadas —dijo Caleb.
—Sí, mi Alfa.
Caleb asintió a los hombres y mujeres reunidos en la mesa.
—Vamos a levantar la sesión por esta noche —dijo mientras se levantaba de su lugar en la cabecera de la mesa—. Nos reuniremos de nuevo por la mañana para discutir la reubicación de los refugiados.
—¡Sí, mi Alfa! —gritaron los hombres y mujeres al unísono.
Caleb levantó la mano en señal de reconocimiento y salió de la habitación.
Al caminar por el pasillo, apretó la mandíbula y tomó profundas respiraciones por la nariz. Su corazón latía fuertemente en sus oídos, y podía sentir el sudor en su frente mientras se apresuraba escaleras arriba hacia su oficina.