Para mí también

Ashleigh acariciaba el pelo de Caleb suavemente. Se quedaron como estaban por unos minutos. Ella lo convenció para que se ducharan juntos y, una vez estuvieron limpios y secos, se metieron bajo las sábanas y ella se acurrucó en la curva de su cuerpo.

Ella había intentado argumentar a favor de usar pijamas, pero Caleb insistió en querer sentir el calor de su piel contra la suya. En realidad, no costó mucho convencerla.

Caleb la envolvió en su abrazo protector. Besó la parte posterior de su cuello y se aferró a ella como si fuera a deslizarse si la soltaba.

Ashleigh pasó sus dedos suavemente sobre su brazo.

—Caleb —lo llamó ella suavemente.

—¿Hmm? —él respondió, hundiendo su nariz en su pelo.

Ella se rió, sintiendo la vibración de su voz cosquilleando contra su cuello.

—Para —se rió, girándose para enfrentarlo.

Él le dio una cálida sonrisa.

—¿Qué pasa? —dijo él—. ¿No te gusta?

Se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra su garganta, primero una vez, luego dos.