Myka miró a Alicia con confusión. Ashleigh se adentró más en la habitación para observar mejor.
El cuerpo estaba encorvado, sosteniendo las rodillas contra el pecho, sus hombros curvados hacia el suelo. No cabía duda de que ese cuerpo había sido momificado, pero Alfa Gorn había estado vivo hace solo unos años. ¿Podría realmente ser él?
—¿Estás segura? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Ashleigh.
Alicia se encogió de hombros.
—Conocí al hombre más veces de las que hubiera querido —dijo ella—. Puede ser una cáscara, pero su estructura ósea es la misma. Y si miras de cerca su cuello, verás un símbolo, está arrugado y seco como el resto de él, pero está allí. Un ankh, símbolo egipcio de la vida eterna.
Ashleigh se inclinó, buscando el tatuaje.
Alicia tenía razón; estaba justo debajo de la mandíbula. Se echó hacia atrás y miró los restos.
—¿Qué le pasó? —preguntó Ashleigh.
—No quieres saberlo —respondió Alicia, mirando por encima de su hombro hacia Myka—. ¿Estás bien?