Myka miró hacia el lodo verdoso que cubría los restos poco profundos de lo que una vez fue un lago hermoso y reluciente.
Un recuerdo lejano llenó su mente de risas y el sonido de pequeños chapoteos cuando una piedra rebotaba en la superficie del lago. Las ondas se extendían por el agua, sacudiendo el dorado reflejo del sol.
Tragó mientras el recuerdo se desvanecía, reemplazado por la realidad.
El lago había casi desaparecido. Lo que quedaba era un desorden de marrones y verdes. Lodo y cieno, llenos de una sobrecogedora vegetación verde y amarilla. Desde el lecho del lago emanaba un olor tan ácido que se vio forzado a cubrirse la boca.
El pequeño muelle donde su padre le había enseñado a pescar estaba casi completamente arrancado. Una gran rama de árbol aplastaba lo que quedaba de él. Pero incluso antes de eso, el pequeño muelle había sido abandonado y destruido por el tiempo.