—Román persuadió a los guardias para enviar a ambos padres de ella de patrulla, y luego hizo que pareciera que pícaros habían roto la frontera.
Tomas lo sabía mejor.
Después de que encontraron sus cuerpos, Tomas intentó castigar a Román. Lo había encerrado, azotado con plata y golpeado hasta que sus manos estuvieron crudas. Finalmente, cuando fue claro para Tomas que Román no se quebraría, lo dejó ir.
En cuanto la puerta de su celda se abrió, Román fue a buscar a Bell.
La abrazó, la sostuvo en sus brazos y sintió el afecto en su vínculo. Nunca en su vida había sentido algo parecido antes.
—¿Preguntó si ella le creía? ¿Si sabía ahora que era suya y solo suya? —Quería que supiera que nunca dejaría que nadie se interpusiera entre ellos y que estaba devoto a ella.
Sintió el cambio al instante.
El afecto que ella había vertido en él se desvaneció.
Se congeló en sus brazos, y su olor estaba embrollado con miedo.