Quédate en la habitación

Ashleigh despertó y supo al instante que estaba sola. Sus ojos se abrieron de golpe, y se sentó en la cama, mirando a su alrededor desesperadamente.

—¡Caleb! —gritó, apartando las mantas y levantándose rápidamente.

La puerta del baño se abrió y Caleb salió apresuradamente con una toalla alrededor de su cintura.

—¿Qué pasa? —preguntó él, acercándose a su lado con rapidez—. ¿Estás bien?

Ashleigh tomó una profunda respiración, cerró los ojos y se sentó de nuevo en la cama.

—Lo siento —suspiró—. Es solo que… pensé…

Soltó un resoplido frustrado y luego lo miró con una triste sonrisa.

—Lo siento —susurró ella.

Caleb se arrodilló frente a ella, tomando sus manos y llevándolas a sus labios. Las besó suavemente y luego miró a sus ojos.

—No tienes nada de qué disculparte —susurró él.

Ashleigh tragó saliva y luego mordisqueó su labio inferior. Sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas.

—Cuando desperté y no estabas...