Ashleigh dejó caer la toalla húmeda en el cesto, sacó la bata de detrás de la puerta y se la puso. Al mirarse en el espejo, vio la cicatriz en su mandíbula. Alzó la mano y la tocó con suavidad. Sus ojos bajaron a su estómago, viendo en su mente lo que yacía debajo de la bata.
—Quizás sería mejor empezar por aquí —susurró con un suspiro.
Tomó un profundo aliento y abrió la puerta del baño. Al salir a la habitación, sintió el cambio de temperatura. Sus ojos se abrieron de par en par cuando se giró para ver la puerta completamente abierta.
***
Caleb se deslizó por el largo pasillo lleno de puertas. Los números en las puertas dejaban claro que estaban en un hotel. Se detuvo brevemente entre cada par, buscando el aroma a tabaco y cebada tostada. Permanecía a través del pasillo y en algunas habitaciones, pero Caleb sabía que el hombre no estaba detrás de ninguna puerta que pasara.
Podía oír voces y risas. Había música en un piso inferior.