Contra el Consejo de Obsidiana

Hades

La mesa redonda estalló.

Las voces chocaban como acero en batalla, un violento crescendo de rabia, incredulidad y violencia apenas contenida.

—¡Esto es blasfemia! —rugió Silas de nuevo, su puño golpeando contra la madera pulida—. ¿Crees que los otros Alfas permitirán esto? ¿Que las otras manadas permanecerán inactivas mientras haces una burla de nuestra línea de sangre?

—¡Obsidiana ha prosperado porque hemos mantenido el orden natural! —ladró el Gobernador Gallinti, su voz llena de total incredulidad. Se giró hacia los demás, sus manos gestiendo salvajemente—. ¡Esto es un insulto a nuestras tradiciones! ¡A nuestros ancestros! ¿Realmente hemos caído tan bajo que permitimos que un Valmont se siente al lado de nuestro Alfa?

El insulto estaba grueso en el aire, un Valmont.

Escupían el nombre como veneno, como si les quemara la lengua decirlo en voz alta.

Mis dedos se movían nerviosos contra el reposabrazos de mi silla.