—Sobre. Mi. Puto. Cadáver —las palabras goteaban como veneno de mis labios, quietas pero absolutas.
Un atisbo de vacilación pasó por su ojo, pero se contuvo, enderezándose —¿Realmente pondrías en peligro a otros Licántropos—tus propios súbditos—por una cáscara de mujer? —su tono se agudizó, condescendiente, una burla curvándose en la esquina de sus labios—. ¿O, como le encanta decir a tu gente... ¿un mestizo?
Algo dentro de mí se rompió.
La ira estalló a través de mis venas, tiñendo mi visión de un rojo sangre, profundo. El Flujo se intensificó, y mi cuerpo respondió antes de que mi mente pudiera contenerlo. Sombras pulsaron en la punta de mis dedos, girando, retorciéndose, expandiéndose en algo mucho más monstruoso que la carne.