La Rendición del Rey

Eve

Mi corazón latía como tambores de guerra en mi pecho, todos los demás pensamientos se desintegraban como si quisieran hacer el máximo espacio para su confesión.

Parpadeé hacia él, dejándolo asentarse antes de encontrar mi lengua. —Hades...

—Me refiero a cada maldita palabra —susurró, limpiando las lágrimas que ni siquiera me había dado cuenta de que había comenzado a derramar—. Cada una de las palabras y te lo demostraré hasta que no quede ninguna duda en esa hermosa mente tuya.

—Hades —pronuncié su nombre pero salió como un gemido de necesidad.

Fue instantáneo, una sombra se cernió sobre sus ojos, su mirada se oscureció, su aroma me envolvió. Lo sentí endurecerse. —Te lo demostraré así —sus labios se estrellaron contra los míos, crudos y voraces como si intentara reclamar cada bocado de mi ser con su boca ardiente.