La Prueba de un Monstruo

Eve

Parpadeé, sus palabras se hundieron profundo —como un bálsamo y una herida al mismo tiempo.

Ya no era la chica que era antes.

Ahora tenía una voz. Tenía fuerza. Y aunque nadie me diera el beneficio de la duda, yo me lo daría a mí misma.

Cuando Amelia regresó del baño, me encontró sentada un poco más erguida, respirando de manera uniforme. Todavía no sabía lo que iba a hacer, pero sabía que al menos tenía que preguntar.

Se sentó de nuevo con un cálido susurro, doblando las piernas bajo ella.

—¿Mejor?

Asentí ligeramente.

—Intentándolo.

Esperó. Paciente. Sin presionar.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije finalmente, con la voz ronca—. Algo extraño.

Su ceja se alzó.

—Puedes. Y lo extraño es algo así como mi especialidad.

—He estado pensando —murmuré, observando cómo la luz golpeaba la pantalla del teléfono—. Sobre el mal.

Amelia me miró, su expresión indescifrable.

—Es un tema cargado.

Esbocé una sonrisa seca.

—¿Verdad?