La revelación fatal

El laboratorio dentro del invernadero era casi... cómico.

Un cubo de vidrio estéril plantado en medio de una vegetación exuberante—filas de flora vibrante que se curvaban hacia el sol, mientras que dentro, el olor a antiséptico impregnaba todo.

La absurdidad de ello no se me escapaba.

Dentro de esta caja de plástico y acero, rodeados de símbolos de vida y crecimiento, estábamos buscando la verdad sobre la muerte.

Y el asesinato.

Y los monstruos.

Las paredes del cubo eran de vidrio, perfectamente transparente—sin secretos, sin sombras. Excepto por la única cosa que no podía soportar mirar: la cápsula de estasis.

Ella flotaba en ella como un fantasma atrapado en ámbar. Danielle.

Inmóvil. Intacta. Preservada en las mismas condiciones en que la encontré.

Intenté no mirar. Intenté mantener mis ojos enfocados en las personas con batas de laboratorio inclinadas sobre los viales y monitores brillantes. Cinco de ellos. Cada uno con una tarea. Cada uno eficiente.