Eve
Mis ojos se abrieron como platos, pero no duró.
Su mano se disparó, agarrándome por la garganta.
Las cadenas resonaron violentamente cuando mi cuerpo fue tirado hacia adelante, su agarre tan fuerte que me cortó el aire de los pulmones.
Rhea rugió en mi cabeza, pero estaba débil, necesitaba recargarse.
Él me levantó de la cama como si no pesara nada, presionándome contra la pared fría. Mis pies colgaban. La presión alrededor de mi garganta se volvió insoportable.
Y entonces...
Una voz.
Pero no era la suya.
No era Hades.
No era Lucien.
Era algo más. Algo más profundo, más antiguo, más cruel—resonando a través de él como una posesión.
—No te amo. La voz era gutural, torcida con veneno. —Te poseo.
Mi visión se nubló.
—Te voy a romper. Mira cómo se desangra la esperanza de tus ojos. Te pudriré hasta los huesos, y cuando tu cuerpo esté frío y marchito, acunaré lo que quede y susurraré canciones de cuna a tu cadáver.
Su agarre se apretó.