Cámara de Cachorro

Hades

Mi primer paso en la conocida cámara estéril fue recibido con silencio mientras todos los presentes dejaban de hablar o moverse.

Pero Mara se adelantó, tableta en mano, tocando algo que no me molesté en curiosear.

—Su Majestad... —pausó al mirarme. Echó un vistazo inquieto a Kael, su preocupación evidenciada en la forma en que fruncía el ceño.

Kael negó con la cabeza, un gesto apenas perceptible. —Hay otros que vienen —desvió la discusión de mi apariencia—. Esperaremos.

Como si fuera una señal, las puertas blancas crujieron abiertas, y supe quién era sin voltear a mirar.

Conocía su aroma, se había vuelto más fuerte.

Lucinda, a pesar de su costumbre de bañarse en fragancias como su hija, siempre parecía oler levemente a vino de sangre.

Si estaba Lucinda, estaría Monteque.