HADES
Se me cortó la respiración.
No.
No, no, no.
Me levanté tan rápido que el mundo se inclinó. La sangre se drenó de mi rostro, mis pulmones se negaron a abrirse. Tropecé hacia el baño, abrí la puerta de golpe como si ella pudiera estar allí, cepillándose los dientes, frunciendo el ceño frente al espejo como siempre lo hacía.
Nada.
Me giré hacia el armario. Tiré de las puertas.
Vacío.
No del todo, pero lo justo. Una camiseta. Sus botas. Desaparecidas.
Desaparecidas.
Mis rodillas se doblaron contra el marco. Me apoyé con una mano en el suelo, jadeando, tratando de inhalar aire en pulmones que se habían colapsado bajo una sola palabra:
Adiós.
—No —jadeé—. No, no, no, no
—Tú hiciste esto.
El Flujo se deslizó por mis costillas. No fuerte. Aún no. Pero presente.
Siempre haces esto.
Tropecé hacia atrás, corrí. Fuera de la suite. Por el pasillo.
Ni siquiera recuerdo haber abierto la puerta. Solo recuerdo haber gritado.
—¡EVE!