Eve
Se inclinó hacia adelante, centímetro a centímetro, su voz desmoronándose con cada palabra.
—Sueño contigo. No las pesadillas—esas me las merezco. Sino los de verdad. Los donde sonríes, donde me tocas como si aún fuera humano. Me despierto ahogándome en ellos. En el pensamiento de que quemé lo único bueno que me miró como si pudiera ser más que una maldición.
Volvió a extender la mano hacia mí, luego se detuvo. Titubeó.
—Te amo. Te amo de la manera en que lo hacen las cosas rotas—afilado, enfermo y hambriento. Te amo, y me está matando.
Lo sentí antes de verlo—el estremecimiento en su cuerpo. El hipo en su respiración.
Entonces
Lloró.
No una cosa suave y cinematográfica. Un colapso.
Su cabeza se inclinó, los hombros se curvaron como si quisiera enterrarse en el suelo. Sus manos temblaban contra el suelo. Su pecho se agitaba.
Y de sus ojos
Rojo.
No lágrimas.
Sangre.