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—¡Mierda!
—Eso es, niña. Ven para mí —ronroneó Snow, y yo gemí fuerte, moviendo mis caderas contra él.
—¡Mierda, siiiiii aahhh...
El orgasmo duró más de lo habitual y la intensidad fue abrumadora.
Caí hacia atrás en la cama, respirando entrecortadamente, y la boca de Snow dejó mi carne brevemente. Justo cuando había conseguido recuperar el aliento, la boca de mi marido estaba sobre mí de nuevo, bebiendo mi néctar, succionándome hasta secarme y limpiándome antes de que su lengua asaltara mi clítoris otra vez.
—¡Mierdaaaa...
Tan sensible como estaba después de mi primer orgasmo, Snow usó eso para aumentar la presión todavía más hasta que mi cuerpo ansió por un segundo.
—Estoy cerca, Snow.
—¿Ya? —preguntó, burlón, su boca todavía envuelta en mí.
—¡Sí, maldita sea! —Agarré las sábanas aún más fuerte, más que nunca mientras la segunda ola de orgasmo crecía.
—Entonces ven para mí, mi amor.
Y vengo, vengo fuerte.