Reencuentro y Revelación

- "Después del reencuentro entre Elisa y Mitsuki, el descubre la increíble sorpresa preparada para él. ¡Su vida como prodigio toma un giro inesperado! ¿Qué sucederá cuando el mundo lo vea por primera vez?" -

Mitsuki estaba aún procesando todo lo que había sucedido. El golpe de Elisa, la sorpresa, la confusión, y la mareante mezcla de emociones que lo invadían... pero entre todo eso, algo más comenzaba a emerger, algo que no había anticipado. Mientras se levantaba lentamente del suelo, sintió un dolor punzante en su pecho, pero lo que realmente lo perturbaba era ver a su hermana quebrada frente a él, completamente diferente de cómo la recordaba de niño.

Elisa, después de golpearlo con tanta furia, comenzó a romper a llorar. Sus lágrimas caían incontrolables, como si el muro de contención que había mantenido por tanto tiempo se hubiera derrumbado por completo. Su rostro estaba contorsionado en una mezcla de frustración y dolor, como si todo lo que había guardado durante una década estuviera desmoronándose en ese preciso momento. Mitsuki se quedó paralizado, mirando cómo su hermana se desmoronaba frente a él, sabiendo que las palabras no podían hacerlo todo.

El golpe aún resonaba en su pecho, pero la sorpresa por ver a Elisa, la ausencia de respuestas, la angustia de no comprender lo que había sucedido entre ellos, lo mantenían en un estado de confusión. Pero no podía quedarse quieto, tenía que decir algo, hacer algo.

Con una mezcla de cautela y determinación, Mitsuki se acercó a ella, sin saber si debía abrazarla o simplemente quedarse allí, esperando a que ella hablara. No quería apresurarse, no quería hacerla sentir presionada, pero no podía ignorar el dolor que se reflejaba en sus ojos. Se agachó frente a ella, tratando de captar su mirada, esperando que sus ojos dijeran lo que las palabras no podían.

Elisa levantó la cabeza lentamente, como si le costara reunir fuerzas para enfrentarlo. Sus ojos se encontraron, y por un momento, ambos se quedaron allí, en silencio. Esa mirada llena de dolor, de añoranza, de preguntas no resueltas, de todo lo que había quedado guardado durante diez años. El tiempo pareció detenerse por completo mientras se observaban. Ninguno de los dos sabía por dónde empezar, pero al mismo tiempo, sabían que era el momento de hablar.

—Elisa... —murmuró Mitsuki, su voz temblorosa pero decidida. —¿Estás bien?... Yo... no sé qué te pasó, pero... pero no estás sola.

Elisa no respondió de inmediato. Solo lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y arrepentimiento, como si quisiera decir algo pero no pudiera encontrar las palabras. Su respiración era irregular, y por un momento, Mitsuki pensó que quizás no lo recordaba con claridad, o que todo lo que habían vivido ahora parecía ajeno, distante.

Finalmente, Elisa rompió en un sollozo, su cuerpo temblando por el peso de todo lo que había estado guardando. Las lágrimas caían sin cesar mientras su voz, apenas un susurro, salía entrecortada.

—Sucedió de todo, Mitsuki... —dijo, casi inaudible, sus palabras arrastradas por el dolor. —Tantas cosas que... no sabía cómo decirte, ni cómo explicarlas. Han sido diez años, diez años de... de cosas que no te puedo contar todo de una vez. El dolor, la confusión... todo se volvió tan grande, tan abrumador... y no sé cómo te lo explico, cómo hacerte entender.

Mitsuki sintió que su corazón se encogía al escucharla. No había palabras que pudieran hacer justicia a lo que debía estar sintiendo. Él no sabía qué había ocurrido, ni por qué todo había cambiado tan drásticamente entre ellos. Pensaba que quizás el reencuentro sería lleno de preguntas, pero la profundidad del sufrimiento que Elisa llevaba consigo lo dejó sin aliento.

No podía seguir allí, quieto, sin hacer nada. Se acercó a ella lentamente, sin prisa, y puso una mano sobre su hombro, tratando de ofrecerle algo de consuelo. No sabía qué más decir. Lo único que podía hacer era estar allí, como había prometido antes.

—Yo... yo no sé lo que pasó, Elisa, pero ahora que te encontré, no voy a abandonarte. Lo que sea que haya pasado, sanará.

Elisa levantó la cabeza, mirándolo con esos ojos llenos de angustia, pero también con algo más. Era una mirada perdida, como si no pudiera creer que él realmente estuviera ahí, frente a ella. Su boca tembló, como si quisiera decir algo más, pero de nuevo, las palabras no salieron.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad de silencio, Elisa susurró, su voz quebrada:

—Siempre quise encontrarte, Mitsuki. Desde aquella vez... siempre quise que supieras que no te olvidé, que no te dejé atrás. Yo... yo le pedí a Allivy que te encontrara, que encontrara a Antho también, pero no apareciste, hasta ahora. No sabía si alguna vez te vería de nuevo.

El corazón de Mitsuki dio un vuelco. El misterio de ese "siempre quise encontrarte" lo golpeó con fuerza, pero aún más lo dejó intriga la referencia a "aquella vez". ¿Qué había sucedido entonces? ¿Qué había hecho que se separaran?

Elisa, viendo la confusión en su rostro, bajó la cabeza, como si también estuviera luchando por encontrar sus propias respuestas. Su voz se volvió aún más suave, como si temiera que alguien más pudiera escuchar.

—No te puedo contar mi versión ahora, Mitsuki... No estoy lista. pero lo que sé es que, a pesar de todo, siempre estuve buscando la manera de verte otra vez. De saber qué había pasado contigo.

Mitsuki no sabía qué decir. Por un momento, todo lo que había creído saber sobre su vida, sobre lo que había sucedido antes de llegar a la Tierra, se desmoronaba. Y lo único que quedaba era esta mujer frente a él, su hermana, con la que compartía un lazo tan fuerte pero tan roto a la vez. Le impactaba verla tan destruida conociendo su característica fortaleza que él conocía.

Se quedó en silencio, mirándola fijamente, esperando a que las piezas de su pasado encajaran en algún momento. Pero por ahora, todo lo que podía hacer era estar allí para ella.

Elisa, después de un largo rato en silencio, mirando a Mitsuki con una mezcla de tristeza y curiosidad, finalmente se atrevió a pedir algo más.

—Entonces, cuéntame, ¿cómo fue tu vida desde que ya no estuviste en Gloomoria? —preguntó, su voz suave pero llena de interés. Parecía que la distancia de los años no había borrado su deseo de comprender todo lo que había sucedido con su hermano.

Mitsuki se quedó en silencio por un momento, mirando al suelo. Había tantas cosas que no quería revivir, recuerdos que aún lo atormentaban, y aún más que no lograba recordar del todo. La incertidumbre le apretaba el pecho mientras pensaba en todas las sombras del pasado que seguían acechando. Había vivido tanto, pero a la vez, tan poco parecía claro.

—Está bien... —dijo finalmente, su voz un poco temblorosa mientras levantaba la mirada. Se sentó junto a Elisa, intentando ordenar sus pensamientos, pero la angustia seguía nublando su mente. —No sé por dónde empezar... Hubo muchas cosas... y muchas otras que no recuerdo bien, o que no quiero recordar.

A medida que hablaba, Elisa lo observaba atentamente, notando la incomodidad en su rostro. Aunque sus palabras eran duras y su tono vacilante, ella no se apartó ni un segundo. No quería presionarlo, pero la necesidad de saber más sobre la vida de su hermano después de la separación era abrumadora.

Poco a poco, Mitsuki comenzó a contarle, no todo, pero sí lo suficiente para darle una idea de lo que había sido su vida en la Tierra, las aventuras que había tenido, los peligros que había enfrentado, y los momentos de soledad y confusión que lo acompañaron. Mientras hablaba, el tiempo parecía desvanecerse a su alrededor, las horas se fueron escurriendo sin que él lo notara, como si todo su pasado estuviera concentrado en ese intercambio de palabras.

Mientras tanto, Alaska, que había estado allí junto Allivy, escuchando en silencio, se quedó dormida apoyada en el hombro de Allivy. La calidez del momento y el tono tranquilo de la conversación parecían haberla relajado por completo. Allivy, que seguía prestando atención, acomodó su cabello celeste mientras ajustaba su postura para acomodarse mejor, sin apartar la mirada de los dos.

Elisa observaba atentamente a Mitsuki, absorbiendo cada palabra, cada detalle. Cuando él terminó de hablar, había una pausa entre ellos. Elisa parecía estar procesando toda la información que había recibido. Finalmente, suspiró profundamente y, sin previo aviso, lo abrazó con fuerza.

—Así que pasaste por todo eso Mitsuki... —dijo con una sonrisa triste pero comprensiva. —Ahora me cuadran algunas cosas. Varias que yo viví, todo lo que te ha pasado... Desencadenó en mi vida indirectamente, pronto te diré.

Mitsuki no sabía qué responder, pero el abrazo de Elisa, cálido y lleno de cariño, le dio una sensación de consuelo que hacía años no experimentaba. Sin embargo, al poco tiempo, Elisa lo separó un poco de ella, observándolo con una mirada ansiosa.

—¿Y Antho? —preguntó, casi sin poder contener la preocupación. —¿Dónde está nuestro hermanito? Y... ¿dónde está? ¿Y el mejor amigo que me dijiste que te acompañó con él en esos tiempos?

Mitsuki frunció el ceño, como si pensara en algo lejano, algo difícil de alcanzar. Su mente se desplazaba entre recuerdos fragmentados y momentos perdidos, pero lo que más le incomodaba era la distancia con Antho y su amigo.

—No los he visto en un tiempo... —dijo con cierta tristeza. —Pero aún tengo el número de Antho. Seguimos en contacto.

El silencio que siguió fue pesado, pero justo cuando parecía que la conversación iba a ir por allí, una voz firme y tranquila interrumpió.

—Eso me recuerda que también tengo algo que preguntar. —Era Allivy, quien se había acercado mientras todos estaban tan absorbidos en la conversación. —Mitsuki, ¿podrías presentarle el Hotel de Ectiviland a Elisa? Creo que te gustaría que ella lo conociera. Y mañana... —su tono se suavizó con una sonrisa sutil—, tengo una sorpresa para ti.

Elisa levantó la mirada, comprendiendo de inmediato a qué se refería Allivy. Era como si algo hubiera encajado de pronto en su mente, como si supiera de la sorpresa que había mencionado Allivy. Mitsuki, por su parte, se sentó allí, mirando entre ambas con una mezcla de confusión y curiosidad. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero por alguna razón, sentía que este cambio repentino era importante.

—¿Sorpresa, con que me saldrás ahora? —preguntó, aún sin comprender del todo lo que estaba sucediendo.

Allivy sonrió de manera enigmática, disfrutando de la reacción de Mitsuki.

—Ya lo verás, mañana. Sólo... sigue la corriente, ¿Está bien? —respondió con tranquilidad.

Elisa, con una leve sonrisa, asintió, dando a entender que entendía perfectamente lo que estaba pasando. Y aunque Mitsuki seguía sin saber con claridad lo que Allivy tenía en mente, la idea de la sorpresa lo dejó intrincado, pero al mismo tiempo con una sensación de anticipación que no podía negar.

Mientras los hermanos, Elisa y Mitsuki, caminaban hacia las puertas del palacio de Allivy, la sombra del atardecer se alargaba en el horizonte, envolviendo todo en una atmósfera tranquila. Elisa caminaba al lado de Mitsuki, conversando en voz baja mientras se adentraban en el camino que los llevaría a la ciudad. Mitsuki se notaba más tranquilo, quizás aún confundido por los eventos del día, pero había algo en sus ojos que reflejaba una sensación de alivio, como si por fin las piezas de su vida empezaran a encajar.

Allivy, desde lo alto de las escaleras del palacio, los observaba en silencio, con una ligera sonrisa en sus labios. Su mirada era distante, perdida en algún pensamiento privado mientras observaba cómo los dos hermanos se alejaban, desapareciendo poco a poco cruzando la entrada. El tiempo parecía detenerse por un momento, dándole espacio a una reflexión interna que, aunque breve, tenía un peso profundo en su mente.

—Hay tanto por hacer y decir... —murmuró para sí misma, bajando ligeramente la mirada.

Después de un momento de quietud, Allivy se giró hacia el interior del palacio, donde Alaska seguía dormida en uno de los lujosos sofás que adornaban el lugar. Con su cabello plateado y blanco esparcido por el cojín, Alaska parecía completamente ajena a todo lo que sucedía fuera de ese rincón de tranquilidad. Allivy se acercó con paso sigiloso, sin hacer ruido, y observó a su alumna dormir profundamente.

Sonrió suavemente al verla tan relajada, un contraste completo con la energía frenética que a menudo la acompañaba. Con gestos delicados, Allivy se agachó y sacó una cobija blanca de un cesto cercano. La extendió con cuidado sobre el cuerpo de Alaska, cubriéndola suavemente para que no sintiera frío. Luego, de una pequeña bolsa que llevaba consigo, sacó un gorrito de pijama, blanco y suave, y se lo colocó con una ternura inesperada, asegurándose de que estuviera bien acomodado.

Alaska murmuró algo, pero siguió dormida, sin percatarse de los cuidados de Allivy. La mujer con cabello celeste observó su rostro por un momento, luego susurró en voz baja, casi como un suspiro:

—Dulces sueños.

Con una última sonrisa, Allivy se retiró en silencio, dejando a Alaska disfrutar de su descanso, mientras ella misma se preparaba para lo que vendría el día siguiente.

Al día siguiente, Mitsuki estaba sumido en un sueño profundo cuando de repente sonaron unos golpeteos en la puerta. Unos toques rápidos y persistentes lo hicieron despertar con un sobresalto.

—¡Mitsuki! ¡Despierta! —la voz de Allivy resonó al otro lado de la puerta. —¡Te quedaste dormido! ¡Apúrate!

Mitsuki, somnoliento y medio desorientado, se levantó de la cama, frotándose los ojos. Intentó hablar, pero sus palabras salieron entrecortadas, sin claridad, mientras se dirigía hacia la puerta:

—Mmm... ¿Qué pasa? Estoy... estoy... —dijo, sin entender mucho. Pero el cansancio lo hacía irritarse un poco—. ¡¿Qué quieres?! —dijo, medio enojado, Abriendo la puerta.

Allivy, sin perder la compostura, le dijo con una sonrisa cómplice:

—Mira la ventana.

Mitsuki frunció el ceño, con los ojos aún entrecerrados por el sueño. Se acercó a la ventana y la abrió, sin sospechar lo que estaba por ver. Cuando sus ojos se encontraron con la escena fuera de su habitación, su rostro se quedó en blanco de puro asombro.

La ciudad estaba llena, como si fuera un carnaval, una multitud abarrotaba las calles. Gente con cámaras grabando hacia su habitación y un cartel gigante con su rostro en letras brillantes que decía "Mitsuki Sorano, El Nuevo Prodigio". Mitsuki se quedó congelado, incapaz de comprender lo que veía.

—¡¿Y ESTO?! —gritó, desbordado por la sorpresa, y sin pensarlo, perdió el equilibrio y cayó hacia su cama, tropezando por el impacto.

Allivy y Elisa, que estaban junto a él, se acercaron a la ventana para ver cómo la multitud lo observaba con expectación.

—¡Mira eso! —dijo Allivy, señalando la multitud—. ¡Toda esa gente te está mirando, Mitsuki! ¡Te adoran ya!

Mitsuki, con la cara roja por la vergüenza y la confusión, intentó recuperar la compostura, pero el caos que se desató fuera de su ventana lo dejó sin palabras. Mientras tanto, Elisa no pudo evitar soltar una risa suave, viendo el desconcierto de su hermano.

—¡Espera! —dijo Mitsuki, mirando fijamente el cartel gigante—. ¿Todo esto... fue planeado? ¿¡Me estás usando como un espectáculo!?

Allivy, tranquila como siempre, asintió.

—Sí, todo esto fue planeado. Lo que se me olvidó mencionarte es que los prodigios no solo serán entrenados como seres poderosos, también se convertirán en figuras públicas. —dijo, como si fuera lo más normal del mundo.

Mitsuki, completamente atónito, miró a Allivy con incredulidad.

—¡Esto es una locura! ¡No me dijeron nada de esto! —exclamó, dándose vuelta para mirar a Elisa, que lo observaba con una sonrisa.

Elisa se acercó y, con una mirada cómplice, le dijo:

—Lo bueno es que ahora tienes que hacer algo con todo esto, ¿no? Ya no hay marcha atrás.

Mitsuki suspiró y se pasó la mano por el rostro, todavía incapaz de procesar todo lo que estaba pasando.

—¡Esto no tiene sentido! —dijo, un poco frustrado.

Allivy, sin perder su tono juguetón, le dio una palmada en la espalda.

—Es parte de la diversión, ¿no? Imagina todo lo que vas a aprender mientras lo vives. Además, ¡¿A quién no le gustaría ser conocido?! —dijo con una sonrisa de suficiencia.

Mitsuki, mirando hacia la multitud que aún lo observaba, asintió lentamente. A pesar de lo que acababa de descubrir, algo en su interior le decía que debía seguir adelante. Si bien el caos era abrumador, también había una oportunidad aquí.

Elisa, observando la confusión de su hermano, le dijo:

—Lo importante ahora es que tienes el control. No te preocupes por todo lo que está pasando. Tienes tiempo para decidir cómo usar todo esto a tu favor.

Mitsuki miró a Elisa, luego a Allivy, y finalmente a la ciudad llena de gente esperándolo. El futuro de un prodigio, tal como lo había dicho Allivy, no solo se trataba de poder, sino también de cómo uno se presentaba ante el mundo.

Antes de que Mitsuki pudiera reaccionar más a todo el caos, Allivy y Elisa se prepararon para irse. Con una última mirada hacia la multitud desde la ventana, Allivy se giró hacia él con una sonrisa astuta.

—¡No te quedes ahí mirando como un tonto! —le dijo, un poco burlona—. Tienes que bajar. Tienes una presentación que dar.

Mitsuki, todavía atónito por la sorpresa de la multitud y el cartel gigante de su cara, los miró con incredulidad.

—¿Una presentación? ¡¿Qué estás diciendo?! —preguntó, sintiendo que la cabeza le daba vueltas. —¡No sé ni qué decirles!

Elisa, sonriendo con complicidad, le dio un ligero empujón hacia la puerta.

—Es lo que pasa cuando te conviertes en "Un prodigio", Mitsuki. No puedes quedarte durmiendo todo el día —dijo, mientras Allivy asentía.

Allivy cruzó los brazos, observando cómo Mitsuki intentaba procesar la rapidez de la situación.

—No te preocupes —dijo, con tono calmado—. La presentación es sencilla. Solo sal, habla un poco y deja que te vean. Es más sobre tu presencia que sobre lo que digas. A la gente le encantará verte. Ya verás.

Mitsuki no tenía tiempo de pensar mucho más. La situación lo había tomado por sorpresa, y ahora, en medio de la presión de la multitud afuera, no podía hacer otra cosa más que aceptar lo que venía. Su mente todavía estaba un caos, pero al menos estaba claro que tenía que salir.

—Vamos, Mitsuki —dijo Elisa, empujándolo con gentileza—. ¡Te toca hacerlo!

Finalmente, Mitsuki suspiró y miró a Allivy y Elisa, ambos con sonrisas tranquilizadoras, aunque sabiendo que no sería fácil.

—suficiente, está bien —dijo, algo resignado pero decidido—. Ahorita voy.

Allivy y Elisa, satisfechas con la respuesta de Mitsuki, asintieron.

—Eso es, ¡te esperamos abajo! —dijo Allivy, antes de salir de la habitación junto con Elisa.

Mitsuki se quedó solo un momento, mirando una última vez a la multitud desde la ventana. La presión era enorme, pero sabía que no podía detenerse ahora. Se ajustó su ropa negra con morado, respiró profundamente y al arreglarse salió de su habitación, decidido a afrontar lo que fuera que le esperaba abajo.