Fukushū no Kage CAPÍTULO 6

Arco 1: Academia Shiroi

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Los días pasaban, y aunque Haruto y sus amigos seguían atentos a las extrañas señales en la academia, la vida estudiantil continuaba con su rutina aparentemente tranquila. Entre clases y conversaciones, los lazos entre ellos se fortalecían, pero la sombra de lo desconocido no dejaba de acechar.

Una mañana particularmente fresca, Haruto llegó temprano al aula. Se sentó en su pupitre habitual y, mientras sacaba sus libros, notó que alguien se acercaba a la entrada con pasos ligeros. Levantó la vista y vio a una chica de cabello castaño oscuro, con mechones que caían delicadamente sobre sus hombros. Llevaba el uniforme de la academia, pero había algo en su porte que la hacía destacar. Sus ojos brillaban con un cálido tono avellana, llenos de vida y curiosidad.

La chica parecía buscar algo, o tal vez a alguien. Finalmente, sus ojos se posaron en Haruto, quien inmediatamente desvió la mirada, sintiendo un leve calor en el rostro.

—Disculpa

—dijo la chica con una voz suave, pero firme.

—¿Es esta la clase de historia?

Haruto, algo nervioso, asintió rápidamente.

—Sí… sí, aquí es.

Ella sonrió, aliviada.

—Gracias. Soy Aya Takahashi. Me transfirieron esta semana.

—Ah, bienvenida…

—respondió Haruto, intentando mantener la compostura.

—Yo soy Haruto Akiyama.

Antes de que pudieran continuar la conversación, Mikasa entró al aula y se acercó rápidamente. Notó la presencia de Aya y sonrió con su habitual calidez.

—Oh, hola. ¿Eres nueva?

—preguntó Mikasa, mirando a Aya con interés.

Aya asintió y repitió su presentación. Mikasa, siempre amable, le ofreció sentarse cerca de ellos.

—Ven, aquí estarás bien. Haruto puede ser un poco tímido, pero es una buena persona. Y yo te ayudaré con lo que necesites

—dijo Mikasa, guiñándole un ojo a Haruto, quien solo pudo bajar la cabeza con vergüenza.

Pronto, Renji y Yuta también llegaron al aula y se presentaron. Aya parecía encajar fácilmente con el grupo, sonriendo y respondiendo a sus preguntas con naturalidad. Durante la clase, Haruto no pudo evitar mirarla de reojo. Había algo en su presencia que lo calmaba, pero también lo ponía nervioso.

Después de clases, el grupo decidió llevar a Aya a los jardines de la academia para que se familiarizara con el lugar. Mientras caminaban, ella les contó un poco sobre su vida.

—Mi familia se mudó aquí por el trabajo de mi padre. Antes vivíamos en una ciudad pequeña, así que esto es un cambio grande para mí

—explicó Aya.

—Debe ser difícil adaptarse

—comentó Renji, con su tono habitual de timidez.

—Pero no te preocupes, aquí tienes amigos que te ayudarán.

—Gracias

—respondió Aya, con una sonrisa que parecía iluminar el lugar.

Haruto permaneció callado durante gran parte de la conversación, pero Mikasa no perdió la oportunidad de empujarlo un poco a interactuar.

—¿Y tú, Haruto? ¿Qué opinas? ¿No crees que Aya parece encajar bien con nosotros?

—preguntó Mikasa, con una sonrisa traviesa.

Haruto, tomado por sorpresa, apenas pudo balbucear.

—Eh… sí… claro… se ve… simpática.

Aya rió suavemente, lo que hizo que Haruto se sintiera aún más nervioso. —Gracias, Haruto. Tú también pareces muy amable.

El resto del grupo intercambió miradas cómplices, disfrutando de la evidente incomodidad de Haruto. Sin embargo, Aya parecía encontrarlo entrañable, y su actitud amigable ayudó a que él comenzara a relajarse un poco.

En los días siguientes, Aya se integró más al grupo. Durante los descansos, siempre buscaba a Haruto y los demás, y aunque Haruto seguía sintiéndose torpe en su presencia, poco a poco se sentía más cómodo hablando con ella.

Un día, mientras estudiaban juntos en la biblioteca, Haruto notó que Aya parecía distraída, mirando por la ventana con una expresión melancólica. Decidió armarse de valor y preguntarle.

—¿Estás bien, Aya?

—dijo en voz baja, para no molestar a los otros estudiantes.

Aya lo miró, sorprendida, pero luego sonrió débilmente. —Sí, estoy bien. Solo… a veces extraño mi antigua escuela y a mis amigos.

Haruto asintió, comprendiendo cómo se sentía.

—Yo también me transferí hace poco. Fue difícil al principio, pero encontré a Renji, Mikasa y Yuta… y ahora a ti.

Aya lo miró fijamente por un momento, y luego su sonrisa se volvió más cálida. —Gracias, Haruto. Eso significa mucho para mí.

Por primera vez, Haruto sintió que las palabras fluyeron sin esfuerzo. —Si necesitas algo, estamos aquí para ti. No estás sola.

Aya asintió, y Haruto notó un leve sonrojo en su rostro. Fue un momento breve, pero significativo, que fortaleció su conexión.

Mientras tanto, Renji, Mikasa y Yuta también estaban forjando lazos más fuertes con Aya. Mikasa, en particular, se mostraba protectora con ella, casi como una hermana mayor. Yuta, con su naturaleza amable, siempre encontraba formas de hacerla reír, mientras que Renji compartía con ella su amor por la lectura.

Sin embargo, las cosas extrañas en la academia no desaparecían. Aunque trataban de mantener su atención en sus estudios y su creciente amistad, todos notaban que los rumores sobre la historia oscura de la escuela seguían creciendo. Aya, al igual que ellos, comenzó a percibir el aire opresivo en algunos momentos.

—¿Han notado que los profesores actúan raro a veces? —preguntó Aya una tarde, mientras caminaban por los pasillos.

—Sí —respondió Mikasa, frunciendo el ceño. —Parece que quieren ocultar algo.

—¿Crees que está relacionado con lo que dijo la maestra Yoshino? —añadió Renji, siempre analítico.

—Es posible —dijo Haruto, recordando las palabras de la maestra. —Pero todavía no sabemos lo suficiente.

Aya asintió, su expresión seria. —Si hay algo que podamos hacer para descubrirlo, quiero ayudar. No quiero que algo malo pase sin que hagamos algo.

El grupo estuvo de acuerdo, aunque decidieron que debían ser cautelosos. Por ahora, su prioridad era mantenerse unidos y apoyar a Aya mientras ella se adaptaba a su nueva vida en la academia. Pero todos sabían que el misterio en las sombras de la escuela no desaparecería, y tarde o temprano tendrían que enfrentarlo juntos.

Entre las dinámicas del grupo, Emi Nishikawa también brillaba como un pilar importante. Aunque no hablaba tanto como Mikasa, su personalidad reservada y sus comentarios siempre llenos de calidez la hacían querida por todos. Desde que Haruto llegó a la academia, Emi había mostrado una empatía especial hacia él, ofreciéndole ayuda en los momentos en que parecía más perdido.

Mientras el grupo paseaba con Aya por los jardines de la academia, Emi caminaba al lado de Haruto. Aunque no siempre hablaba, su presencia tenía un efecto calmante en él.

—Es bueno que Aya se esté adaptando rápido, ¿no crees? —dijo Emi, rompiendo el silencio entre ellos.

Haruto asintió. —Sí. Parece que encaja bien con todos.

Emi sonrió ligeramente. —Tienes algo que ver en eso, Haruto. No te des cuenta, pero eres bueno haciendo que la gente se sienta cómoda.

Las palabras de Emi tomaron a Haruto por sorpresa. Era raro que alguien lo elogiara de esa manera, y no supo cómo responder. Sólo pudo sonreír tímidamente y murmurar un agradecimiento.

Un momento memorable del grupo ocurrió una tarde después de clases. Decidieron quedarse un rato más en la cancha de deportes, disfrutando de un rato de esparcimiento. Yuta, con su entusiasmo de siempre, propuso jugar al bádminton en equipos.

—¡Yo con Mikasa! —gritó Yuta, levantando la mano. —Seguro que ganamos.

—Entonces Emi y yo iremos juntos —dijo Renji, ajustando sus gafas.

Eso dejó a Haruto y Aya como el último equipo, lo que inmediatamente provocó algunas risas y miradas significativas del grupo.

—¡Vamos, Haruto! Muestra lo que sabes —bromeó Mikasa, guiñándole un ojo.

Aya, algo nerviosa pero sonriendo, tomó la raqueta. —Espero no ser muy mala en esto.

El juego comenzó con risas y bromas constantes. Aunque Haruto intentaba concentrarse, no podía evitar sentirse un poco torpe estando cerca de Aya. Por otro lado, Emi y Renji se destacaban por su coordinación, lo que los convirtió en un equipo sorprendentemente competitivo.

Cuando terminó el juego, el grupo se sentó en el césped, riendo y recuperando el aliento.

—Definitivamente Emi y Renji fueron los mejores —admitió Aya, mientras limpiaba el sudor de su frente.

Emi, siempre humilde, negó con la cabeza. —Sólo tuvimos suerte. Además, Renji hizo la mayor parte del trabajo.

Renji, sonrojado, agitó las manos. —No es cierto… tú también jugaste muy bien.

Mikasa, divertida, señaló a Haruto. —Tú necesitas practicar más, Haruto. No puedes dejar que tu compañera haga todo el trabajo.

Haruto se rascó la nuca, avergonzado. —Lo intentaré…

Aya rió, dándole un ligero golpe en el hombro. —No te preocupes, lo hiciste bien.

Ese día terminó con un sentimiento de camaradería aún más fuerte entre ellos. Emi, en particular, parecía disfrutar de la dinámica del grupo, aunque prefería quedarse en segundo plano, observando y sonriendo ante las interacciones de los demás.

Más tarde esa noche, mientras Haruto escribía en su diario, recordó los momentos felices que había compartido ese día. Pensó en cómo cada uno de sus amigos tenía un papel único en su vida: Mikasa, siempre enérgica y protectora; Renji, con su inteligencia y lealtad; Yuta, el optimista que siempre encontraba una manera de hacerlos reír; y Emi, cuya presencia tranquila le daba estabilidad.

También pensó en Aya, quien se había unido al grupo recientemente pero ya se sentía como parte de su pequeño círculo. Aunque todavía le costaba expresar sus sentimientos, Haruto sabía que estaba agradecido por tenerlos a todos en su vida.

Sin embargo, mientras cerraba su diario, el recuerdo de las cosas extrañas que ocurrían en la academia volvió a su mente. Sabía que esos momentos felices podían no durar para siempre, pero decidió aprovecharlos mientras pudiera.