Fukushū no Kage
Arco 1: Academia Shiroi
Volumen 2
La clase de educación física
El sol brillaba con fuerza en el cielo de la Academia Shiroi, pero para Haruto, la luz del día no traía ningún consuelo. Era la hora de educación física, la peor parte del día.
El profesor, el señor Taniguchi, los había llevado a la cancha al aire libre para jugar un partido de baloncesto. Para Haruto y sus amigos, esto solo significaba una nueva oportunidad para que los abusadores los convirtieran en su entretenimiento.
A ver, escuchen todos dijo Taniguchi, con su tono aburrido de siempre. Vamos a hacer equipos.
Como siempre, los líderes del grupo de abusadores fueron los primeros en elegir a sus compañeros. Kenta, Riku, Daichi, Shun y Takuya se aseguraron de estar en el mismo equipo. Del otro lado quedaron Haruto, Renji, Yuta y otros estudiantes que preferían mantenerse al margen de los conflictos.
Parece que tenemos un equipo de perdedores susurró Riku con una sonrisa burlona mientras rebotaba la pelota.
Más fácil para nosotros añadió Daichi, con una mirada de depredador.
El partido comenzó, y desde el primer momento, todo fue una pesadilla para Haruto y los suyos.
Cada vez que Renji intentaba moverse, era bloqueado con empujones. Yuta fue derribado en el suelo sin que el profesor dijera nada. Mikasa, que también estaba en el equipo de Haruto, recibió un codazo en las costillas cuando intentó robar el balón.
Y entonces llegó el turno de Haruto.
Recibió un pase de Renji y apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Daichi y Riku se le echaran encima.
¡Miren al héroe! gritó Riku antes de golpearlo brutalmente en el estómago con el codo.
Haruto sintió el aire escapar de sus pulmones. Se tambaleó hacia atrás, pero antes de que pudiera recuperar el equilibrio, Daichi lo empujó con todas sus fuerzas.
Haruto cayó de espaldas al suelo con un golpe seco.
¡Oye, eso fue falta! gritó Mikasa, corriendo hacia Haruto.
No vi nada dijo el profesor Taniguchi con indiferencia, mirando hacia otro lado.
Haruto trató de levantarse, pero antes de que pudiera siquiera apoyarse en sus manos, Riku le pisó el pecho con una sonrisa cruel.
Quédate ahí, gusano susurró con desprecio.
Las risas de los abusadores resonaron en toda la cancha.
Pero entonces, una voz interrumpió la escena.
¡Aléjate de él!
Todos voltearon a ver a la persona que había gritado.
Era Hana Akiyama.
Sin esperar respuesta, Hana cruzó la cancha con pasos decididos. Su expresión estaba llena de ira.
¿Tienes algún problema, princesa? se burló Daichi, cruzándose de brazos.
Sí, tengo un problema respondió Hana con frialdad, mirando a su hermano en el suelo. ¿Por qué no dejas de actuar como un maldito cobarde y peleas con alguien que sí pueda defenderse?
Los abusadores soltaron una carcajada.
¿Tú? preguntó Riku, riéndose. ¿Una niña va a pelear contra nosotros?
Hana no respondió con palabras. En su lugar, se acercó y le lanzó un puñetazo directo a la cara.
El golpe resonó en el aire. Riku trastabilló hacia atrás, llevándose la mano a la mejilla con incredulidad.
El silencio se apoderó de la cancha por unos segundos.
¡Maldita perra! gruñó Riku, lanzándose hacia ella con furia.
Pero antes de que pudiera tocarla, Hana giró sobre su pie y le lanzó una patada en el estómago, haciéndolo caer al suelo de rodillas.
Daichi y Shun se movieron para intervenir, pero en ese momento, el profesor Taniguchi finalmente decidió actuar.
¡Suficiente! gritó con fuerza. ¡Hana Akiyama, a la oficina del director, ahora mismo!
Hana respiraba agitadamente, mirando a los abusadores con odio.
Haruto, aún en el suelo, la miró con asombro. Nadie había hecho algo así por él antes.
No te preocupes, Haruto susurró Hana antes de darse la vuelta. No dejaré que te sigan haciendo esto.
Mientras se marchaba, los abusadores se miraron entre sí con expresiones de enojo y humillación.
Esto no había terminado.
Habían encontrado un nuevo objetivo.
Y Hana acababa de declararse su enemiga.
Los pasillos de la Academia Shiroi estaban en silencio. Solo el sonido de los pasos de Hana y el profesor Taniguchi rompía la quietud mientras se dirigían a la oficina del director.
El profesor no dijo una sola palabra, pero su expresión estaba llena de fastidio.
Hana, en cambio, apretaba los puños con fuerza. Sentía rabia, pero no miedo.
Al llegar, Taniguchi abrió la puerta sin siquiera tocar.
Señor Takimoto, tenemos un problema anunció con frialdad.
El director Takimoto, un hombre de unos cincuenta años con un rostro cansado y gafas gruesas, levantó la vista de unos papeles.
¿Qué sucede? preguntó con voz monótona.
Hana Akiyama agredió a otro estudiante en plena clase de educación física respondió el profesor.
Hana dio un paso adelante, golpeando la mesa con ambas manos.
¡¡Porque estaban golpeando a mi hermano!! exclamó con furia.
El director suspiró y se quitó las gafas, masajeándose el puente de la nariz.
Hana, cálmate. No hay necesidad de gritar.
¡¡¿Cómo quiere que me calme?!! —gritó nuevamente, con los ojos brillando de indignación. ¡Mi hermano y sus amigos están siendo abusados todos los días! ¡Y ustedes no hacen nada!
Takimoto entrecerró los ojos.
No hagas acusaciones sin pruebas, señorita Akiyama.
¡¿Sin pruebas?! Hana sintió que la sangre le hervía. ¡Los golpearon en la cancha! ¡Derribaron a mi hermano, le pisaron el pecho, a Mikasa la lastimaron y el profesor Taniguchi no hizo nada!
El profesor Taniguchi cruzó los brazos con una sonrisa burlona.
No vi nada de eso. Solo vi a una chica atacar a un estudiante sin provocación.
¡¡Mientes!! Hana apretó los dientes.
El director guardó silencio por unos segundos. Luego se reclinó en su silla y suspiró.
Hana, escucha. Sé que quieres proteger a tu hermano, pero debes entender cómo funcionan las cosas aquí.
¿Cómo funcionan? preguntó con desconfianza.
Takimoto la miró fijamente.
El padre de Kenta Hirose es un hombre muy influyente. Su familia tiene conexiones con muchas personas importantes.
Hana sintió un escalofrío en la espalda.
¿Eso qué tiene que ver?
Tiene todo que ver dijo Takimoto, con un tono de advertencia. Si expulso o castigo a Kenta y a sus amigos, habrá consecuencias. Y no solo para mí, sino para toda la escuela.
Hana abrió los ojos con incredulidad.
¿Entonces… prefiere dejarlos hacer lo que quieran?
Prefiero evitar problemas.
¡¡ESO ES UNA MALDITA BASURA!!
Hana gritó con toda su fuerza, golpeando la mesa del director con los puños.
Takimoto la miró con frialdad.
No hables así, Akiyama. Solo te meterás en más problemas.
Hana respiró agitadamente. No podía creer lo que estaba escuchando.
Si sigues con esta actitud, tendremos que tomar medidas disciplinarias continuó Takimoto. No querrás que esto afecte tu futuro, ¿cierto?
Hana sintió un nudo en la garganta.
El mensaje estaba claro.
Si se interponía en el camino de Kenta Hirose, ella también se convertiría en un objetivo.
Cerró los ojos con rabia y frustración.
No podía hacer nada aquí.
No mientras los cobardes como Takimoto protegieran a los monstruos.
Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y salió de la oficina con pasos firmes.
Pero en su interior, tomó una decisión.
No importaba lo que dijeran.
No importaba si el sistema estaba podrido.
Haría todo lo posible para proteger a su hermano.
...
Hana salió de la oficina con la mandíbula tensa, pero el sonido de la puerta cerrándose detrás de ella no marcó el final de su lucha.
El director Takimoto observó a Taniguchi con un suspiro cansado.
Es problemática, ¿verdad?
Demasiado respondió el profesor con desdén. Igual que su hermano.
Takimoto asintió, tomó un bolígrafo y sacó un formulario de advertencia disciplinaria.
No podemos expulsarla, pero podemos empezar con esto.
¿Cree que eso la detendrá? preguntó Taniguchi con burla.
No, pero sus padres quizás sí.
Takimoto redactó la carta con pulcritud y la selló con el sello oficial de la academia.
"A los padres de Hana Akiyama:
Lamentamos informar que su hija ha estado involucrada en actos de indisciplina dentro de la Academia Shiroi. Durante la clase de educación física, Hana mostró una actitud violenta al atacar a otro estudiante sin justificación, lo que constituye una falta grave a las normas de convivencia escolar.
Este comportamiento no solo afecta la imagen de la institución, sino que también pone en riesgo la integridad de los demás alumnos.
Esperamos que tomen medidas correctivas en casa para evitar futuras sanciones. En caso de reincidencia, nos veremos obligados a aplicar medidas disciplinarias más severas.
Atentamente,
Takimoto Yoshiharu
Director de la Academia Shiroi"
Me aseguraré de que la reciba su madre dijo Takimoto, entregándosela a Taniguchi.
El profesor sonrió.
Buena idea. Según tengo entendido, la señora Akiyama es bastante estricta.
Takimoto se acomodó las gafas y se reclinó en su silla.
Esperemos que eso mantenga a la chica bajo control.
Taniguchi asintió y salió de la oficina con la carta en mano.
Esa misma noche
Hana llegó a casa más tarde de lo habitual. Había pasado la tarde caminando sin rumbo, tratando de calmarse. Pero la rabia y la impotencia seguían ardiendo en su interior.
Al entrar, encontró a su madre, Mikako Akiyama, sentada en el comedor con la carta del director en la mano.
Hana.
El tono frío de su madre le hizo detenerse.
¿Qué pasa?
Mikako le mostró la carta sin decir nada más.
Hana sintió un escalofrío al ver el sello de la escuela.
¿Quieres explicarme esto? preguntó Mikako con severidad.
Hana apretó los dientes.
No hice nada malo.
¿Atacaste a un estudiante sin razón?
¡Lo hice porque estaban golpeando a Haruto y nadie hacía nada!
Su madre la miró con desdén.
¿Y qué ganas con eso? ¿Empeorar la situación?
Hana sintió un nudo en la garganta.
Mamá… están torturándolo en la escuela. A él y a sus amigos. ¡Los profesores no hacen nada! ¡El director los protege porque tienen conexiones!
Mikako suspiró, cruzándose de brazos.
No hagas un escándalo.
¡¿No te importa?!
No es cuestión de que me importe o no respondió Mikako con frialdad. Es cuestión de saber cómo funcionan las cosas.
Hana sintió rabia en cada fibra de su cuerpo.
¡Eres igual que el director!
Mikako la miró con una dureza escalofriante.
Hana, escúchame bien. Si sigues metiéndote en problemas, no solo arrastrarás a Haruto contigo, sino a toda la familia.
…
No quiero volver a recibir una carta como esta.
Hana apretó los puños.
Pero mamá…
No hay peros.
El corazón de Hana se encogió al ver la indiferencia en los ojos de su madre.
No importaba cuánto gritara, cuánto suplicara.
No recibiría ayuda de ella.
Pero eso no significaba que se rendiría.
Mikako suspiró y dejó la carta sobre la mesa.
Ve a tu cuarto.
Hana se giró sin decir nada y subió las escaleras con pasos pesados.
Mientras cerraba la puerta de su habitación, susurró para sí misma.
Si los adultos no hacen nada… entonces lo haré yo.