Fukushū no Kage
Arco 1: Academia Shiroi
Volumen 2
La rutina de la opresión
La atmósfera en la Academia Shiroi se había vuelto asfixiante para Haruto. Cada día era una prueba de resistencia, y cada interacción con sus abusadores lo sumía más en la desesperación. Mientras tanto, los propios agresores parecían disfrutar cada momento de su reinado de terror.
El círculo de Kenta
En una de las esquinas más apartadas del patio trasero de la escuela, el grupo de abusadores solía reunirse. Aquella mañana, la conversación fluía entre risas y comentarios despreocupados, como si nada en el mundo pudiera perturbarlos.
—¿Viste cómo casi lloraba ayer? —dijo Daichi Sato, encendiendo un cigarrillo mientras recordaba el incidente con Haruto.
—Por supuesto que lo vi. —Riku Tanabe soltó una carcajada burlona. —Ese idiota siempre tiene la misma cara de derrota. Es como si ya supiera que no tiene salida.
—Es demasiado fácil. —Shun Takagi sacó su teléfono y revisó el video que había grabado la tarde anterior. —Miren esto, lo subí a nuestro chat. La forma en que intenta recoger sus cosas... patético.
—¿Crees que deberíamos hacerlo más público? —preguntó Takuya Mori, quien permanecía sentado, jugando con una navaja pequeña en sus manos.
Kenta Hirose, el líder del grupo, finalmente habló, rompiendo el tono ligero de la conversación.
—No. —Su voz era baja, pero firme, suficiente para acallar las risas. —Si lo hacemos público, los profesores empezarán a husmear, y no necesitamos eso. Manténganlo discreto.
Riku alzó una ceja, sorprendido por la seriedad de Kenta.
—¿Desde cuándo te importa lo que piensen los profesores?
Kenta lo miró directamente, su sonrisa desapareciendo.
—No se trata de ellos. Se trata de control. Si lo arruinamos, perdemos el control, y eso no me interesa.
Los demás asintieron lentamente. Aunque a menudo bromeaban y se reían entre ellos, sabían que Kenta era quien marcaba las reglas. No era solo un abusador; era un estratega que sabía cómo manipular tanto a sus víctimas como a su entorno.
En el salón de clases, Haruto estaba sentado en su lugar, tratando de concentrarse en sus notas mientras las voces de fondo de sus compañeros se volvían un murmullo insoportable. Sin embargo, Aya Takahashi, quien se había convertido en un apoyo silencioso para él, se acercó a su escritorio.
—Haruto, ¿estás bien? —preguntó en voz baja, su rostro reflejando preocupación.
Él levantó la vista lentamente, notando la sinceridad en sus ojos.
—Estoy bien —respondió, aunque ambos sabían que era una mentira.
—Si necesitas hablar, estoy aquí. —Aya le dio una pequeña sonrisa antes de regresar a su lugar.
Haruto observó cómo ella se alejaba, sintiendo una chispa de esperanza que apenas lograba sostenerse en medio de la tormenta.
Hana busca respuestas
Mientras tanto, Hana Akiyama estaba inquieta. Desde que sospechaba que algo estaba mal con su hermano, había comenzado a prestar más atención a las dinámicas de la escuela.
Esa tarde, durante un descanso, decidió acercarse a una de las pocas personas en las que confiaba: Mikasa Hoshino, una amiga cercana.
—Mikasa, ¿has notado algo extraño con Haruto últimamente? —preguntó Hana, tratando de sonar casual.
Mikasa negó con la cabeza para que su Hana no se implique en esto, pero su expresión se endureció al recordar lo que les estaba sucediendo.
—Hana al no encontrar respuesta se retira y le dice si algo les está pasando, no los dejará solos. Ya que pueden contar con ella.
Mikasa le agradece por su apoyo y le dice que puede contar con ella de igual manera y se retira a clase.
Hana asintió, agradecida por el apoyo de su amiga, pero sabía que debía manejar la situación con cuidado. Si intervenía sin conocer todos los detalles, podría empeorar las cosas.
...
De vuelta en el patio, los abusadores discutían su próximo movimiento.
—Tenemos que subir la intensidad —dijo Daichi, golpeando una pelota contra el suelo repetidamente. —Esto se está volviendo aburrido.
—Estoy de acuerdo —añadió Shun, todavía revisando videos en su teléfono. —Necesitamos algo más grande, algo que realmente lo destruya.
—¿Qué tal si lo humillamos frente a todos? —sugirió Riku, su tono lleno de entusiasmo. —Podríamos hacer algo durante el festival escolar.
Takuya, quien había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, finalmente habló.
—Eso puede esperar. Ahora mismo, lo que necesitamos es mantenerlo débil, aislado. No le den espacio para respirar.
Kenta sonrió, satisfecho con la dirección de la conversación.
—Exacto. Despacio, pero seguro. Si lo aplastamos demasiado rápido, perderá la gracia.
Esa noche, Hana finalmente obtuvo la confirmación que temía. Al revisar la mochila de Haruto, encontró varias hojas arrugadas con insultos escritos en ellas, además de un cuaderno donde alguien había dibujado caricaturas crueles de su hermano.
Sus manos temblaban mientras sostenía las hojas, la rabia y la impotencia mezclándose en su interior.
—Haruto... —susurró para sí misma, con los ojos llenos de lágrimas.
Cerró la mochila con cuidado y se prometió a sí misma que haría lo que fuera necesario para protegerlo. Aún no sabía cómo, pero no permitiría que su hermano enfrentara esto solo.
La tormenta se extiende
La crueldad no se limitaba solo a Haruto. Su grupo de amigos también era blanco de los abusos constantes. Mikasa Hoshino, quien había sido su amiga leal desde la infancia, y Emi Nishikawa, una chica tranquila y reservada, estaban viviendo su propio infierno.
Mikasa solía ser una persona enérgica y valiente, pero cada día en la Academia Shiroi la desgastaba más. Ya no podía caminar por los pasillos sin sentir las miradas de desprecio y escuchar los murmullos de burla.
—Oye, Mikasa, ¿por qué sigues viniendo a la escuela? —preguntó una de las chicas que seguían a Emi Fujimoto, la novia de Daichi.
Mikasa apretó los puños, sin responder. Sabía que cualquier palabra que dijera solo las motivaría a seguir molestándola.
—Quizás le gusta que la traten así —añadió otra chica con una sonrisa burlona. —Tal vez hasta disfruta que la pisoteen.
Mikasa bajó la mirada y siguió caminando sin responder. No quería darles el placer de ver su reacción.
Mientras tanto, Emi Nishikawa también sufría en silencio. No era una chica fuerte ni alguien que pudiera enfrentarse a sus agresores. Riku Tanabe se había asegurado de convertir su vida en una pesadilla.
—Oye, Emi, ¿qué traes en la mochila? —preguntó Riku, interceptándola en los pasillos.
Antes de que pudiera responder, le arrancó la mochila de las manos y la vació en el suelo.
—¡Oh, qué desastre! —dijo con una falsa sorpresa, mientras los demás reían.
Emi se agachó rápidamente para recoger sus cosas, pero Riku la empujó, haciéndola caer.
—Deberías darte prisa. No queremos que la señorita Nishikawa llegue tarde a clase —se burló, antes de marcharse con su grupo.
Nadie en el pasillo hizo nada para ayudarla. Todos fingieron no ver lo que estaba pasando.
Esa noche, Hana no pudo contenerse más. Tomó las notas y los papeles con insultos y bajó a la sala, donde su madre, Mikako Akiyama, estaba sentada en el sofá viendo la televisión.
—Mamá, tenemos que hablar —dijo con un tono firme.
Mikako la miró con fastidio y suspiró.
—¿De qué se trata ahora?
Hana arrojó los papeles sobre la mesa.
—De Haruto. Lo están acosando en la escuela. Mira esto.
Mikako tomó los papeles y los leyó con expresión seria, pero no mostró la reacción que Hana esperaba.
—¿Y qué quieres que haga? —preguntó con frialdad.
Hana sintió una ola de ira recorriéndola.
—¡¿Cómo que qué quiero que hagas?! Es tu hijo. Le están haciendo la vida imposible y tú solo… ¡tú solo te quedas sentada!
Mikako suspiró y dejó los papeles sobre la mesa.
—Haruto es un hombre. Debe aprender a soportarlo. Así es la vida. No siempre será justa.
Hana sintió que su corazón se rompía un poco más con cada palabra.
—¿Cómo puedes decir eso? Mamá, él está sufriendo. No podemos ignorarlo.
—No me estoy metiendo en esto, Hana. Si Haruto quiere resolver sus problemas, que lo haga solo. Yo no tengo tiempo para preocuparme por algo que no tiene solución.
Las palabras de su madre fueron un golpe más fuerte que cualquier insulto. Hana la miró con incredulidad antes de tomar los papeles y salir corriendo hacia su habitación.
Se encerró en su cuarto, apretando los puños. Si su madre no iba a hacer nada, entonces ella misma encontraría la manera de ayudar a su hermano. No lo dejaría solo.
A la mañana siguiente, Haruto caminó hacia la escuela con una sensación de vacío en el pecho. Sabía lo que le esperaba. No había escapatoria.
Al entrar al salón de clases, vio a Mikasa y a Emi con expresiones agotadas. Todos estaban al borde de la desesperación.
El grupo de Kenta estaba reunido en la parte trasera del aula, riendo entre ellos.
—Hoy será divertido —susurró Riku con una sonrisa maliciosa.
—Vamos a ver cuánto más puede aguantar —añadió Daichi con una mirada sádica.
Kenta sonrió sin decir nada.
El infierno continuaba...