Interferencias

El sonido del café al caer en la taza es lo único que rompe el silencio en mi departamento. La cafetera gotea lentamente mientras observo la espuma disolverse en la superficie oscura de la bebida.

Tomo la taza y me dirijo a la sala, donde el amanecer se filtra por las cortinas. No he dormido bien. Mi mente sigue dando vueltas a la conversación con Kosei, a cómo su voz tenía un matiz diferente cuando habló de la canción sobre el amor a la familia.

Sus palabras aún resuenan en mi cabeza.

"Hay amores que no necesitan ser expresados con palabras, porque se sienten incluso en el silencio."

Un mensaje ilumina la pantalla de mi celular.

Zuni: "Hoy sí llegamos. No hay excusas. Nos vemos en la tienda."

El café se enfría en mis manos.

El camino a Ecos del Pasado es distinto hoy.

Tal vez sea porque voy acompañado de la idea de que Zuni y Rodrigo aparecerán en cualquier momento, interrumpiendo lo que hasta ahora ha sido un proceso lento, pero constante.

Cuando empujo la puerta de la tienda, el familiar tintineo de la campana me recibe. El ambiente está tranquilo, con apenas un par de clientes hojeando vinilos en los estantes. Kosei está detrás del mostrador, con un bolígrafo entre los dedos y su cuaderno de letras abierto.

Levanta la mirada y me observa por un instante antes de esbozar una pequeña sonrisa.

[Kosei] —Llegaste temprano.

Me encojo de hombros, intentando actuar con naturalidad.

[Nitram] —No había mucho que hacer en casa.

[Kosei] —¿Y tus amigos?

Trago saliva.

[Nitram] —Vienen en camino.

Ella asiente y vuelve la vista a su cuaderno. Parece que va a decir algo más, pero en lugar de eso, tamborilea con los dedos en la mesa.

[Kosei] —Hoy me encontré con un disco que no veía hace mucho.

[Nitram] —¿Cuál?

Ella se inclina bajo el mostrador y saca un vinilo con una portada en tonos sepia.

[Kosei] —Los caminos de la vida.

El título me suena familiar.

[Nitram] —Creo que la he escuchado alguna vez.

[Kosei] —Es de esas canciones que se sienten más fuertes cuando creces. Habla de cómo la vida no es como la imaginamos cuando somos niños… y de lo que los padres hacen por nosotros sin que lo notemos.

Se queda en silencio un momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

[Kosei] —Siempre me ha parecido… honesta.

Hay algo en su tono, en la manera en que sus dedos se cierran ligeramente sobre la esquina del vinilo, que me dice que esta canción significa algo más para ella.

Antes de que pueda preguntar, mi celular vibra en mi bolsillo.

Miro la pantalla.

Zuni.

Claro.

Respondo con resignación.

[Nitram] —¿Dónde están?

[Zuni] —No vas a creerlo.

[Nitram] —Déjame adivinar… ¿se confundieron otra vez?

Del otro lado de la línea, escucho la risa de Rodrigo.

[Zuni] —Digamos que… nos desviamos un poco.

[Nitram] —¿Cuánto es un poco?

[Zuni] —Cuarenta minutos.

[Nitram] —…

[Zuni] —No es nuestra culpa, Nitram. Había un puesto de hamburguesas en la esquina y… bueno, el hambre es primero.

Me cubro el rostro con una mano.

[Nitram] —No puedo creerlo.

[Rodrigo] —Míralo por el lado bueno: nos ahorramos la vergüenza de llegar tarde.

[Nitram] —Eso no tiene sentido.

[Zuni] —Lo importante es que ya vamos de regreso.

Miro a Kosei de reojo. Me está observando con curiosidad, esperando que le explique la situación.

Suspiro y termino la llamada.

[Nitram] —Se perdieron. Otra vez.

[Kosei] —…

[Nitram] —Y terminaron en una esquina comiendo hamburguesas.

Por un instante, hay silencio. Luego, Kosei deja escapar una risa suave, casi como si no estuviera segura de si debería hacerlo.

[Nitram] —¿Te parece gracioso?

[Kosei] —Un poco.

Se cubre la boca con una mano, pero sus ojos brillan con diversión.

Y por alguna razón, verla así hace que el día se sienta menos complicado.

La risa de Kosei es algo que no escucho a menudo.

Es suave, contenida, como si no estuviera acostumbrada a reír con alguien más. Pero ahí está, oculta detrás de su mano mientras me observa con los ojos brillantes de diversión.

[Kosei] —Lo siento… es que… me lo estoy imaginando.

[Nitram] —No tienes que disculparte. Hasta yo admito que es ridículo.

Apoya los codos en el mostrador y juega con la esquina de su cuaderno.

[Kosei] —Dijiste que Zuni y Rodrigo son amigos de hace mucho, ¿verdad?

Asiento.

[Nitram] —Sí. Desde la secundaria.

[Kosei] —Eso explica muchas cosas.

Levanta la vista y me mira con una sonrisa apenas perceptible, pero que tiene algo diferente. Como si en su mente estuviera viendo algo que yo no.

[Kosei] —Parece que tienes suerte.

Frunzo el ceño, sin estar seguro de a qué se refiere.

[Nitram] —¿Suerte?

[Kosei] —Sí. No todos tienen amigos que puedan perderse juntos, reírse de ello y seguir adelante como si nada.

Hay algo en su voz. Algo que no puedo descifrar del todo, pero que hace que mi pecho se sienta más pesado de lo normal.

No sé qué responder, así que desvío la mirada hacia el vinilo que dejó sobre el mostrador.

[Nitram] —Los caminos de la vida, ¿eh?

Ella asiente, dejando que el cambio de tema fluya de manera natural.

[Kosei] —La primera vez que la escuché, no entendí por qué a los adultos les afectaba tanto.

Su dedo traza la silueta de las letras en la portada.

[Kosei] —Pero cuando crecí… lo comprendí.

[Nitram] —¿Por qué?

Por un instante, su expresión se torna distante, como si estuviera viendo algo que no está aquí.

[Kosei] —Porque es cierto.

Levanta la mirada, y aunque su tono es tranquilo, hay algo en sus ojos que no había visto antes.

[Kosei] —Los padres hacen mucho más de lo que imaginamos. Y a veces, no nos damos cuenta de cuánto sacrifican hasta que es demasiado tarde.

No sé qué decir.

Es la primera vez que Kosei dice algo tan personal sin que yo tenga que insistir.

La tienda está en silencio, y siento que, si hablo, el momento se romperá.

Finalmente, ella es quien desvía la mirada y se encoge de hombros.

[Kosei] —Solo pensaba en eso.

Parece que quiere dejarlo ahí.

Pero no quiero que el momento desaparezca tan rápido.

[Nitram] —Si una canción puede hacerte sentir todo eso… debe ser especial.

[Kosei] —Lo es.

[Nitram] —Entonces… ¿puedo escucharla contigo?

Sus dedos, que estaban jugando con el borde del cuaderno, se detienen.

Me mira con una expresión que no sé si es sorpresa o algo más.

Por un momento, creo que va a decir que no.

Pero en lugar de eso, se inclina debajo del mostrador, saca un tocadiscos portátil y coloca el vinilo en su lugar.

La aguja toca la superficie con un leve clic y, de pronto, la tienda se llena con la primera melodía de la canción.

El ritmo suave, las notas que parecen llevar consigo una historia.

Me recargo en el mostrador y cierro los ojos un momento, dejando que la música me envuelva.

Es un sonido cálido, nostálgico.

Cuando abro los ojos, Kosei me está observando.

No aparta la mirada de inmediato.

Es un momento extraño.

Uno de esos en los que sientes que hay algo en el aire, algo que no se puede explicar con palabras.

Algo que solo la música entiende.

La canción sigue sonando.

Y por primera vez, Kosei no parece esconderse detrás de su silencio.