—¿Emily? ¿Quién es Emily? —Atenea pensó confundida, paralizada en el sitio mientras veía a la anciana señora Thorne acercarse lentamente hacia ella. La mezcla de pura felicidad e incertidumbre en el rostro de la mujer mayor era llamativa.
—Emily... —Ella llamó de nuevo, cada paso acercándola más a Atenea y profundizando la confusión.
Atenea estaba tan impactada que no notó a nadie más en el amplio salón; su atención completa estaba en la mujer que la miraba como si fuera un tesoro perdido hace mucho.
—Mamá, ¿qué está pasando? —La voz de Kathleen rompió la neblina en la mente de Atenea. Parpadeando furiosamente, miró a la mujer, quien ahora había cerrado la distancia a solo un pie de ella.
—Emily, has vuelto... ¿estos son tus hijos? —preguntó la mujer.
Pero antes de que Atenea pudiera preguntarle a la mujer quién era Emily, esta la envolvió en un abrazo apretado. Atenea, sorprendida, permaneció rígida hasta que sintió a la mujer comenzar a llorar contra su espalda.