—Ha sido un día de lo más notable; no tengamos otro igual. El débil intento de broma de Aiden valió la pena ya que todos los miembros del equipo soltaron sonrisas de diversión.
—Palabras, viejo. Palabras… —Zane canturreó, riendo a intervalos, con las manos en los bolsillos, observando el jet privado que el presidente había ordenado para llevarlos de regreso a casa despegar en el aire.
—Entonces, ¿qué sigue? —preguntó Sandro, lanzando una mirada a Ewan y luego a Athena.
Ewan se encogió de hombros. —Nos despedimos. Estoy terriblemente hambriento, por decir lo menos.
Asintió a Aiden, quien se adelantó y le estrechó la mano con alegría. —Gracias por salvarnos el trasero hoy, amigo…
—De nada. Nos veremos por ahí —dijo Ewan antes de volverse hacia Athena, que se estaba despidiendo de sus amigos.
Como si fuera una señal, los tres hombres los dejaron a sus propios dispositivos, caminando hacia los coches que el viejo Sr. Thorne había organizado para llevarlos a casa.