Dolido

—Déjame adivinar… te echó… no te quiso escuchar… —Aiden empezó perezosamente tan pronto como Athena abrió la puerta de la habitación tenuemente iluminada y entró arrastrando los pies.

Athena se detuvo, sin haber esperado su presencia, luego resopló molesta antes de cerrar la puerta y sentarse en el sofá frente a él. —¿No deberías estar en tu propia habitación? —murmuró, dejando caer el abrigo que había estado descansando en su brazo al suelo, completamente hambrienta.

—Estoy sorprendido de que no te haya tirado un zapato por interrumpir su sueño… —continuó Aiden, como si no hubiera escuchado la declaración de Athena.

—Aiden… —gruñó suavemente.

Aiden se rió, levantando las manos en señal de rendición. —Sí, sí, debería. Pero solo pensé en calentar algo de comida para que podamos comer. Sabiendo cómo eres, preferirías dormir después de un día tan agotador antes que ir a la cocina y preparar algo, no importa lo hambrienta que estés…