—¿Es que nunca se rinden? —murmuró Atenea para sí misma, observando el nombre de María parpadear en su pantalla por tercera vez. ¿Por qué insistían hoy tanto? No es que hubiera algún otro día en que no hubieran sido…
Ignorando la llamada, desvió la mirada por el parque, buscando el coche de Jake. Una arruga surcó su frente cuando no lo vio. ¿A dónde se había ido? —se preguntó, colocando su mano en la cintura.
Sacó su teléfono para llamarlo, pero recordó que él había mencionado durante su viaje en la mañana que estaría ocupado haciendo recados para Aiden a esta hora.
Atenea maldijo en voz alta entre dientes, la frustración hervía. No llamaría a Aiden para liberar al conductor, y ciertamente no se pondría en contacto con Jake ya que Aiden podría estar con él. No quería parecer insignificante, especialmente después de decir que seguiría el horario que habían establecido esta semana.