—Están aquí —anunció Ewan, bajando el teléfono de su oído, con los ojos brillando de anticipación.
Todos, él mismo incluido, soltaron un suspiro de alivio, con un poco de ansiedad y esperanza. Esto pronto terminaría… si todo salía según lo planeado, si esta misión terminaba bien.
Ewan no podía esperar, su impaciencia se revelaba en la naturaleza ardiente de sus ojos agudos; sus pies golpeando el suelo eran suficientes para mostrar que quería irse a casa.
—Entonces, ¿cuánto más crees que vamos a estar como patos sentados? —preguntó Atenea, deteniéndose por un momento en su paseo, con las manos cruzadas sobre el pecho. Esta era la única forma de mantener la calma mientras su enemigo estaba a unas puertas de distancia.
Sus manos hormigueaban de emoción ante la idea de todas las cosas que quería hacerle a Morgan.