Instintos Verdaderos

Debería haber sabido que el destino nunca había sido bueno con ella y no empezaría a serlo ahora. A Violeta le tomó aproximadamente quince minutos darse cuenta de que estaba jodidamente perdida. Había sido una tonta al confiar en el mapa. Ya fuera que la red no era buena o que las coordenadas estuvieran totalmente equivocadas, eso no borraba el hecho de que no tenía ni idea de dónde estaba.

Como si eso no fuera suficiente, la intensa sensación de que alguien, o mejor dicho algo, la estaba observando no había disminuido en lo absoluto. Así que cuando escuchó un aullido repentino en la distancia, se paralizó.

¿Por casualidad, habían descubierto su desaparición? No, eso no era posible. Nadie la había visto salir. Ni siquiera sus propias compañeras de cuarto descubrirían que se había ido hasta la mañana.