Mariquita

—La expresión de angustia de su pequeña reina al darse cuenta de que había caído en otra de sus cuidadosamente tejidas trampas fue la última imagen que Asher se llevó consigo al marcharse.

—Caminó por el pasillo con un andar casual y seguro, silbando esa melodía alegre y moviéndose de tal manera que casi bailaba al ritmo de ella. Eran las pequeñas horas de la madrugada cuando todos dormían profundamente y los espíritus vagaban por el reino, y sin embargo, caminaba con la confianza de alguien que era dueño del lugar. Técnicamente lo era.

—No había nada más satisfactorio que manipular a sus víctimas. Este era su juego, su mundo, y todos bailaban al son de las cuerdas que él tiraba y se doblegaban a su voluntad. Pero esta vez, la emoción era más aguda, más emocionante porque Violeta no era un peón cualquiera. Ella era la reina que él había elegido para sí mismo. Para ellos.