El aire de la madrugada era fresco y nítido mientras Violeta se deslizaba fuera de la Casa del Este, sus pasos silenciosos mientras abandonaba la Casa del Este.
El cielo afuera era de un azul marino profundo, insinuando la primera luz del amanecer pero aún lejos de aparecer. Podría haber sido las cuatro de la mañana o algo así, Violeta no lo sabía. No tenía su teléfono consigo. Lo perdió durante el incidente. Todo lo que sabía era que no podía esperar más.
Con el caos de ayer, el Oráculo ya debía haber redactado su próximo artículo explosivo, y Violeta no tenía intención de darle más armas jugosas contra ella. Odiaba cómo ese maldito chisme parecía tener oídos en todas partes, capturando detalles que incluso ella no recordaba que habían ocurrido.